Octubre - 2021
¿Sabían que La Habana estuvo a punto de perder su lugar más inspirador y romántico? Con el crecimiento de la ciudad el que un día fue el lugar preferido de la clase alta habanera, dejó de serlo y mientras el sueño de muchos era vivir en la primera calle asfaltada de la ciudad, la calle que albergaba el hotel telégrafo, primera instalación con características modernas, los exclusivos negocios, salones de baile y lujosos teatros, las personas con recursos poco a poco se fueron alejando del mágico Paseo del Prado.
La cereza del pastel fue el Triunfo de la Revolución que con sus buenas intenciones entregó a la clase trabajadora los locales que abandonaron en su huida los ricos y poderosos dueños y no fue hasta la apertura de 1990 y la declaración de la zona antigua de la capital cubana como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que volvieron poco a poco a custodiar el Paseo del Prado los hoteles, restaurantes y bares que han hecho renacer esta antigua avenida.
Como ya se podrán imaginar los cines del Prado que un día fueron orgullo de los habaneros corrieron la misma suerte que el resto de los edificios de esta zona. Por muchas décadas fueron el centro de la actividad social y cultural de la isla, a tal extremo que la primera proyección cinematográfica en Cuba se realizó en Prado y San Rafael proyección que fue un éxito rotundo y prendió la mecha del amor por el cine en Cuba.
Como si se tratara de producción en masa las salas de cine se levantaron una tras otra en las inmediaciones del Prado. Los antiguos teatros cambiaban las tablas por los proyectores con un ritmo tal que en un momento la isla llegó a tener más cines que París y New york, como buenos cubanos más y mejor.
Subiendo por el Prado desde el malecón en los primeros años del siglo 20 casi en cada cuadra se emplazaba un cine o un teatro reacondicionado para acoger al que más tarde se convertiría en el séptimo arte, llegaron a ser más de una docena solo en el Prado.
Frente al mar, en Prado y Malecón, los habaneros acudieron al primer cine al aire libre, el Miramar Garden. En esos tiempos como sabemos las películas eran silentes por lo que el ruido de la ciudad y el sonido del mar lejos de interferir se integraba a la banda sonora que interpretaban pianistas en vivo.
Si han estado en Cuba saben que el calor lo condiciona todo y estos espacios al aire libre estoy segura se agradecían, aunque no todo fuera color de rosa pues cuando llovía no importaba que Tom Mix estuviera realizando en pantalla la más arriesgada de las acrobacias a caballo, había que suspender la función.
A un par de cuadras en Prado y Ánimas también bajo las estrellas abrió el cine Royal que simulaba una carpa de circo y en 1921 se remodeló y rebautizó con el nombre de cine Maxim, estos cines al aire libre o cines de verano como también se les llamaban perdieron su atractivo con la llegada del cine sonoro y el aire acondicionado.
En 1930 funcionaban en La Habana unas cincuenta salas, de ellas alrededor de 10 todavía estaban en el Paseo de Martí como se le llamaba en esa época al Paseo del Prado. El auge del cine como negocio y como actividad recreativa condujo a que los principales teatros de la capital fuesen utilizados para exhibiciones cinematográficas y además a la adaptación de muchas viviendas para ese fin. Así mismo, nacieron los primeros cines construidos específicamente para proyectar películas.
Mi generación lamentablemente no llegó a conocer todos estos cines. El Prado de mi infancia es el de las cuarterías entre los hoteles insoñables y los derrumbes convertidos en parqueos. Pocas fueron las salas de cine que lograron mantenerse hasta nuestros días.
El teatro Fausto que orgullosamente ostentó la medalla de oro del colegio de arquitectos en el 41 y fue el primer cine teatro de La Habana en tener aire acondicionado. En la década del 90 ya vetusto y desdentado aún se mantenía en pie gracias a su sólida construcción, pero no volvió a ser cine. En un último aliento acogió espectáculos humorísticos, hasta que cerró sus puertas de estilo art decó definitivamente como salón de ensayo para compañías de baile. Ojalá algún día vuelvan a reflejarse sus luces multicolores sobre los leones del Prado.
En el 2008 también cerró sus puertas en este caso, por problemas estructurales el último sobreviviente de los cines del Prado que, por más de 140 años, ha estado ubicado frente al recientemente llamado gran teatro de la habana Alicia Alonso. El cine Payret al que también se le conoció como el Coliseo Rojo, pese a tener un largo historial de infortunios, es el único que mantuvo su nombre original por más de cien años y fue testigo de las primeras películas realizadas por cubanos.
En el debate sobre el hecho de que los cines como instituciones dejen de existir debido a los adelantos tecnológicos y al hecho de no ser tan rentables como lo fueron en su momento, al parecer en Cuba ya se tomó partido, pues vemos como poco a poco, pero sin detenerse los grandes cines se deterioran inexorablemente o se convierten en otras cosas, de las que no discuto su necesidad, pero considero que no es buena idea desvestir un santo para vestir a otro.
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