Septiembre - 2022
El paseo de hoy comienza el 3 de junio de 1847. Ese día llegó a Cuba una fragata española llamada Oquendo que trajo una parte importante de lo que somos hoy los cubanos. Aunque en este momento nos resulte difícil de creer, Cuba no siempre ha sido la isla de la que todos quieren escapar.
En una fecha tan lejana como en la que comienza esta historia llegaron aquí los primeros chinos, que no corrieron con muy buena suerte, de los 610 que embarcaron en el puerto de Amoy solo llegaron 571 y a pesar de llegar con estatus de contratados la realidad fue que las condiciones que les esperaban en la isla eran muy parecidas a la de los esclavos traídos de África.
Parecerá caótico, pero empezamos por el final. A muchos les parecerá oscuro, pero creo firmemente que conociendo los lugares de descanso eterno y las formas en que se honran a los antepasados en los diferentes grupos étnicos se puede dilucidar cuál es su posición en el mundo.
En el caso de los chinos su forma de enfrentar el final resulta chocante para muchas culturas, mientras para gran parte del mundo occidental quitarse la vida por mano propia constituye algo inaudito, para los laboriosos hombres del país del sol naciente está acción se considera como un acto de dignidad y en otros casos como el acto final de rebeldía ante la injusticia.
Esta característica fue definitoria para que Cuba fuera en la década de 1850 -1860 el país con la tasa anual de suicidio más alta del mundo. La mala situación en que se encontraban esos primeros chinos en Cuba condicionó que muchos se unieran a las filas mambisas y a la par comenzaron a llegar a la isla una gran cantidad de chinos provenientes de California que escapaban a la persecución de la que eran objeto. Estos nuevos inmigrantes no venían en calidad de simples obreros asalariados, no, no, no estos llegaban con capital para invertir y ni cortos ni perezosos rápidamente se convirtieron en respetados comerciantes, banqueros, dueños de cadenas de lavanderías y restaurantes.
Para el final de la guerra habían logrado tal prosperidad que no era raro escuchar a los cubanos exclamar “Quién fuera chino “. Estos chinos californianos fueron los responsables de la construcción de muchos de las inmuebles que se mantienen en pie hoy. Concentraron sus negocios, empresas bancos, casinos, salones de opio y sociedades secretas en la zona, del mercado y las inmediaciones de la Zanja Real donde se habían asentado la mayoría de sus coterráneos que les precedieron. Cerca del famoso cementerio de Colón los chinos emplazaron este cementerio que se inauguró en octubre de 1893.
Cuenta la leyenda que un príncipe fue desterrado con un grupo de sus vasallos azotados por el hambre y el frío. Uno de sus acompañantes cortó carne de su brazo para ofrecerle una sopa a su señor. Ya de regreso el príncipe fue declarado emperador y buscó a su salvador para agradecerle, pero este había decidido vivir como ermitaño junto a su madre. El príncipe ordenó quemar el monte para obligarlos a salir. El resultado fue que murieron, esto ocurrió supuestamente en el mes de abril. Entonces el príncipe decretó que del 4 al 6 de abril nadie podría encender fuego en conmemoración.
Esto dio origen a la tradición del día de la comida fría y aún hoy por ser además el inicio de la primavera la gran mayoría de los países de Asia dedican esos días a limpiar las tumbas familiares, quemar incienso y papel simulando papel moneda para que le familiar lo reciba en la otra vida.
Debido a los sucesos históricos que todos conocemos hoy Cuba no es atractiva como lugar para asentarse y los pocos chinos que vienen lo hacen como turistas o por contratos de trabajo por tiempos cortos la huella de ésta cultura milenaria se están borrando inexorablemente junto a todas las cosas que en algún momento nos definieron como nación.
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